LOS MONTES DE TOLEDO ESTUDIO GEOGRAFICO POR EL CAPITAN GARCIA REY DE LA ACADEMIA DE INFANTERIA 1916
DESCRIPCIÓN GEOGRÁFICA
Generalidades.
Comprendidos estos montes entre la cordillera Carpetana al N. y la Mariánica al S., ó lo que es lo mismo, entre las dos profundas hoyadas del Tajo y Guadiana, sirviéndolas de separación en algunos sitios parte de los derrames del macizo, álzase en medio de una monótona altiplanicie iniciada á poca distancia de la base de la escarpa formada al caer al foso del 'fajo, y la cual altiplanicie, sin tránsitos sensibles, llega hasta el apoyo de la barrera montañosa que forman.
La meseta opuesta, es decir, la formada al S., entre los montes y el Guadiana, es de menor altitud, presentándose, por tanto, á modo de escalón para descender á aquel río y llanura andaluza.
Constituyen los Montes de "Toledo un islote montañoso, que geográficamente tienen individualidad manifiesta, con caracteres orográficos muy singulares. Geológicamente, ó sea por los materiales que les constituyen, el terreno situado al S. de Toledo y, por consiguiente, el de los expresados montes, «se diferencia grandemente de la llanura á que hacen frente, según escribe H. Pacheco, por cuanto, en vez de los sedimentos deleznables del terciario y capas horizontales de arcillas yesosas y margas y mantos de diluvium, existen gneis, granitos y terrenos de la base del paleozoico con fuertes inclinaciones, dispuestos en bandas, aproximadamente paralelas al borde abrupto de la meseta.
¿Dónde comienzan y dónde terminan los Montes de Toledo? Con tal denominación, no solamente hemos de comprender el núcleo orográfico repentinamente levantado sobre el nivel de la meseta central en el Mediodía del territorio toledano, sino que debe extenderse el renombre á los que inundan gran parte de la provincia de Ciudad Real en su cara septentrional y una porción de la de Cáceres, atendidas la igual estructura y extraña configuración que presentan los relieves al extenderse por aquéllas.
Así, pues, la denominación de Montes de Toledo, en su más amplio sentido, abarca los que se alzan en esta provincia, á la cual corresponde el núcleo principal y los derrames orográficos esparcidos fuera de ella por el enlace y natural dependencia de unos y otros.
A la vista estas apreciaciones, podemos sentar que, al oriente de la provincia de Toledó, y enlazados con las eminencias rocosas de Venta de la Higuera, entre los pueblos de Tembleque y Madridejos, comienza la más meridional de las alineaciones de los montes en el Puerto de la Matanza, al pie de la importante culminación de la Calderina; arranca su alineación central en el paso del Congosta, y la meridional, cerca del puerto de Yébenes; por tanto, la línea determinada aproximadamente por esas tres importantes depresiones, es la que limita por el naciente el núcleo de montes de Toledo, en el cual se dibujan tres principales macizos, que algunos han designado con los nombres de Sierra de la Calderina, de las Guadalerzas y de Yébenes, separadas entre sí por amplísimas llanuras de altitud superior á 700 metros sobre el nivel del mar.
Su terminación y enlace occidentales deben limitarse en el puerto de San Vicente entre las Sierras de Altamira é Iruela, ó, por mejor decir, en la línea que, arrancando de esa depresión, se prolonga hasta la villa de Puente del Arzobispo, y la cual deja á oriente los últimos relieves que forman el territorio de la Jara, donde indiscutiblemente terminan, no sólo los quebrados terrenos de la cadena toledana, sino la constitución geológica que les caracteriza.
El extenso y encajonado valle del Guadrranque ó Guadarranque, formado detrás de la Sierra de Altamira y cerrado por las sierras que le están enfrente, con iguales característicos relieves y estructura geológica, pudieran agregarse á aquella denominación, aunque tienen ya más dependencia con los corpulentos macizos componentes de la Sierra de Guadalupe. Precisamente, este valle del Guadarranque, sin ser impenetrable por su maleza, es de lo más fragoso de la cordillera que acostumbramos á designar con el nombre de Oretana.
Los límites septentrional y meridional quedan mejor definidos: la meseta granítica al pie de ellos del lado del Tajo, forman los primeros; los terrenos paleozoicos del Guadiana, cierran los segundos.
División de los Montes de Toledo en grupos ó partes.
Ni caracteres geográficos ni geológicos justifican la división en grupos de estos montes por la unidad que su conjunto presenta, la cual no admite clasificación alguna; el interés didáctico es el que acepta estas divisiones, contraídas á sus más importantes agrupaciones.
Por lo tanto, en dos se puede dividir el promontorio laberíntico que forman: la oriental y la occidental, separadas por una línea que, desde el Puerto del Milagro y cuenca del Acebrón, se prolonga al S. hasta el encuantro del río Milagro y su continuación por el río Bullaque (del cual es afluente el anterior), y las limitamos en esta línea, porque sobre ella van á terminar todas las alineaciones montuosas, excepto la más septentrional,. que es continua, aunque experimenta en los puertos del Acebrón y Milagro notable rebajamiento.
En la agrupación oriental se distinguen, examinadas de Norte á Sur, cuatro alineaciones:
a) La extensa, aislada y escueta que forman la Sierra de Yébenes, y sus prolongaciones Sierra del Castañar y del Vedado (enfrente ésta de las Ventas con Peña Aguilera) hasta la depresión del Milagro.
b) La Sierra de la Becerra, con las cumbres de Lidiondo y Palomera, y detrás de la cual se inicia el laberinto montañoso de las Guadalerzas, comienza en el paso del Congosto y termina en el Molinillo y sobre el río de las Navas.
c) La constituida por la Calderina, cumbre de Rondines y Sierra de la Higuera, arranca del Puerto de la Matanza y termina sobre el río Bullaque, frente á la Torre de Abrahan.
d) La formada por la Sierra de Malagón, principalmente, dada la natural dependencia que guarda con la anterior, de la cual es su principal espolón.
En la agrupación occidental, puede distinguirse:
a) La alineación que desde el Puerto del Milagro se extiende al O. por la Sierra de Peñafiel, montes de San Pablo y las Navillas, Sierra de San Vicente, macizos de Navahermosa y Hontanar, los de Robledo del Buey y del Mazo y los montes de Sevilleja, y la cual termina á la altura del pueblo de Gargantilla, á cuatro kilómetros de Sevilleja.
b) El extenso contrafuerte que arranca de la culminación de San Vicente y por los altos de Navas de Estena, termina sobre el Bullaque en la Torre de Abrahan.
Dentro del desencadenamiento é intrincación existentes en estos relieves, esas alineaciones se marcan perfectamente. El grupo de las Guadalerzas y la occidental, principalmente, son una confusa aglomeración de montes que se enlazan y ramifican, constituyen-do verdaderas líneas de cumbres en unas partes y núcleos como aislados en otras, surcados por hondas quiebras y barrancos, cubiertos de maraña araña en su mayor parte. Otro tanto acontece en la cuenca alta del Bullaque, cerrada por el contrafuerte nombrado, y el cual lanza multitud de pequeños espolones que mueven el suelo en gran extensión.
Nomenclatura geográfica.
Las tres primeras alineaciones de la primera agrupación se han generalizado en el estudio de la Geografía general de la Peninsula y han recibido unánimemente los nombres de Sierra de Yébenes, Sierra de las Guadalerzas y Sierra de la Calderina.
Las gentes del país no designan colectivamente á toda una sucesión de sierras con un solo nombre, sino que éste se le dan á cada trozo y á cada uno de los collados y culminaciones. Un mismo accidente geográfico, también lleva nombres distintos para los pueblos en contacto. Y como resulta casi imposible recoger los nombres locales con que aquéllos son designados, se impone, para simplificar, dar una denominación común á grandes porciones para hacer más clara y comprensible la nomenclatura.
En la segunda agrupación, todos los diversos accidentes, asimismo, reciben nombres particulares, y aun cuando algunas sierras llevan el conocido por la nomenclatura oficial, expuesta en algunas obras y documentos topográficos, lo más general es que se las conozca con un nombre genérico, en el cual se comprenden varios accidentes; así, por ejemplo: las Guadalerzas, los montes de San Pablo, las sierras de Navahermosa, la Sierra de Sevilleja, etc., empleándose ahora en cada término municipal nombres locales para designar seguidamente el detalle topográfico más insignificante.
Caracteres de los Montes de Toledo.
El aspecto que presentan estos relieves montañosos, es nuevo para quienes estén únicamente familiarizados con los grandes macizos de otras cordilleras de la Península, y parece que desconciertan á cuantos les recorren por vez primera.
En su parte septentrional están constituidos por una verdadera sucesión de sierras, ligadas entre sí por elevados y estrechos collados, verdadera cordillera, formada en su primera parte por una sola alineación montañosa, la cual se convierte en un laberinto de culminaciones en su parte central y occidental, y termina desprendiendo algunos ramales. En la meridional están formados por sucesión de grupos irregulares de menor corpulencia y elevación, cuanto más se alejan de la línea principal de cumbres.
De ordinario, las grandes cordilleras y cadenas de montañas destacan á un lado y otro de sus flancos, gruesos estribones en dirección perpendicular ó transversal á su eje, y los cuales avanzan á distancias más ó menos considerables, determinando largos, estrechos y profundos valles, ó también dan lugar á grandes movimientos de tierras que determinan ásperos y abruptos contrafuertes, entre los cuales se originan barrancadas de mayores dimensiones.
Y esas cordilleras y cadenas, determinan con precisión una arista que marca claramente el rumbo de sus relieves, y la cual, dada la naturaleza fragosa de los contrafuertes que derraman por ambas vertientes, y dentro de la comprobada ley de disimetría de éstas, se encuentra más alejada de una cara que de otra, haciéndose difícil llegar á aquella línea, si se cruza partiendo de la pendiente más quebrada y áspera que hace su acceso ó, inversamente, su descenso, más largo y penoso por el vigor montañoso de los derrames que de la cadena se desprendieron. La ley constantemente observada en las grandes cordilleras, confirma la rapidez y brusco descenso de una vertiente con relación á la opuesta, resultado de la mayor violencia y azote con que los agentes de diversos órdenes han obrado más intensamente en una que en otra.
En los Montes de Toledo sucede lo contrario; el desarrollo y robustez es el mismo en toda la cadena; los grandes estribos existen, pero transformados en cerros altos, casi de igual altitud todos, que la de las culminaciones de las alineaciones principales, dejando entre unos y otros colinas redondeadas; los valles largos y angostos apenas existen; los trastornos que desigualmente han experimentado las vertientes, aquí no se acentúan porque todas ellas han estado sometidas á igual intensidad destructora, observándose, sin embargo, el mayor destrozo en los flancos septentrionales, por hallarse más enérgicamente azotados del N. y NE. por las precipitaciones atmosféricas, y, por último, los declives de estas sierras se desvanecen rápidamente en la llanura sobre la cual emergieron. El conjunto, por tanto, se presenta con una apariencia de corpulencia que les da sello característico. Cubriendo, sobre todo, el partido de Navahermosa en su extensión de N. á S. y hacia occidente, hasta pasado Sevilleja, se alzan líneas de montañas escarpadas y peligrosas, las cuales, de trecho en trecho, ofrecen (cuando de monte particular se trata) vegetación abundante, pues en lo demás es tan desolado el suelo, que únicamente el enmarañado matorral de jara y brezo las cubre. Esa de Navahermosa, es la parte más complicada y fragosa de la serranía.
Descuajado por el azadón y el arado el suelo de estos montes, ya no es robusta y abundante la vegetación como lo fuera en pretéritos tiempos, habiendo desaparecido, por tanto, las grandes espesuras de robles, encinas, etc.; así es que hoy, lar, acciones de denudación dejan los terrenos de las laderas en la más completa aridez, cubriéndolas un ligero manto de tierra infecunda, quedando limitada la zona de cultivo, á los terrenos bajos de la llanura y al fondo de los valles.
Mariscal, en su Geogralía militar, así escribe de sus condiciones particulares:
«Los Montes de Toledo se diferencian de las demás cordilleras, presentando una especial singularidad. En la Cantábrica, la Carpetana y las demás, lo primero que se encuentra, á partir de terreno inmediato, es una gran masa corpulenta y unida, un enorme caballete, por decirlo así, cuya arista superior presenta alturas y depresiones que son los picos y depresiones. Aquí es de otro modo; aquél se marca poco; los montes se alzan sobre terreno bajo, se tocan por sus bases y quedan entre unos y otros largos callejones, que son los pasos. Resultan éstos muy bajos, pero no fáciles de cruzar, por las fuertes dominaciones que lateralmente tienen.»
En conjunto, forman un intrincado laberinto, cubierto de monte bajo, solitario y salvaje, siendo su aspecto uniforme y sin contrastes que sorprendan. Las cumbres rematan en robustos riscos de cuarcitas de variable espesor, que juntamente con las pizarras silurianas, son las componentes de los montes; produciendo en los vértices montañosos formas agudas, dentadas y parecidas á una sierra mutilada. La disposición que presentan estas rocas á fracturarse por la acción de los agentes exteriores, ha organizado que sus fragmentos, en enormes cantidades, se depositen en las laderas, cuencas y angosturas, formando depósitos que las cubren en grandes extensiones y los cuales dan un tono pedregoso al terreno. Se denominan esas acurmulaciones pedrizas, y en el puerto de San Vicente, cosqueras. Por Asturias (Picos de Europa) se llaman graveras y casca eras.
Llanuras que rodean la masa de los montes.
Es significativa la altiplanicie sobre la cual se alzan, por casi todas sus caras, los expresados relieves, el contraste que se observa al surgir repentinamente, con los caracteres expuestos, la cadena toledana y la constitución litológica y aspecto del suelo.
La llanura septentrional y que desde el Tajo llega al flanco de los montes, extendiéndose por Orgaz, Cuevas, las Ventas con Peña Aguilera, Menasalbas, San Pablo, las Navillas, Navahemosa y que se prolonga hasta rebasar sus límites occidentales, es de constitución granítica, formada por gneises en algunos puntos de las Ventas con Peña Aguilera y granito normal muy feldespático. El suelo en esta planicie es fértil en muchas extensiones; otro tanto sucede detrás de las sierras del Vedado y del Castañar en la margen izquierda del Acebrón, en la cual dominan los terrenos destinados á cereales. Lo mismo ocurre en la parte alta del río Bullaque. No sucede así en la planicie extendida entre la Sierra de Sevilleja y puerto de San Vicente: las pizarras asoman en la superficie, sobre la cual se halla depositada una capa de escasísimo espesor en unos sitios, y en otros, los cascajos y cantos rodados cubren grandes extensiones, dificultando el laboreo.
PRIMERA AGRUPACIÓN
Alineación de las sierras de Yébenes, del Castañar y del Vedado.
Es de E. á W. la dirección general de esta primera alineación en su mayor parte, cambiando ligeramente de NE. á SW. en los Riscos del Amor, hasta el puerto del Milagro y su enlace con la sierra de Martín Domínguez y Peñafiel.
Ni suavidad ni vegetación deben buscarse en esta cierra, denominada de Los Yébenes al oriente, del Castañar en el centro, y del Vedado enfrente de las Ventas con Peña Aguilera; no es elevadísima, y de trecho en trecho presenta sus picachos agudos, llamados en el país riscos, vocablo significativo para designar aquellas culminaciones. Toda la alineación está constituída por rocas cuarzosas y pizarras, las cuales producen los pedrizales, que cubren sus laderas y se depositan en las hondonadas, destacándose á grandes distancias, debido al tono original que dan sus fragmentos al terreno. La causa productora de estas pedrizas, es debida, como opina el Sr. H. Pacheco, á intensas presiones orogénicas, y á las. condiciones mineralógicas de las cuarcitas, las cuales, aunque están caracterizadas por su dureza, no dejan sus bancos de ser rotos, por estar divididos por las diaclasas, que ofrecen al agua y al hielo una entrada más fácil que las rocas compactas, amén de estar expuestas á la influencia devastadora de los demás agentes atmosféricos.
Son culminaciones importantes de la sierra de Yébenes: el pico del Vedado (i .o69 metros); Sierra Gorda (1.120 metros), y del Castillejo (1.120 metros). De la del Castañar: los picos riscosos de Valdompardo, Fontarrones, Miraescopetas y Pilares, todos ellos de (1.260 metros); el risco de los Gigantones y el de Gineta (1.280 metros), y los riscos y pico del Amor (1-371 metros), vértice geodésico de primer orden de la red geodésica de España.
Tras de los riscos del Amor, comienza la Sierra del Vedado, cuyas culminaciones más importantes alcanzan 1.300 metros, prolongándose hasta el puerto del Acebrón, el cual está cruzado por camino vecinal de malas condiciones, que conduce á los pueblos de Marjaliza y Yébenes de un lado, y al Molinillo de otro. Seguidamente, la alineación continúa por dos cerros de 1.040 y 1.060 metros de altitud, separados por un collado conocido con el nombre de los Morillos (i.020 metros).
N0 hay sugestivos contrastes en esta primera parte de la cordillera; desnuda de toda vegetación, de igual estructura geológica, con las mismas crestas y pináculos en toda su extensión, presenta un tipo orográfico característico, que es el que corresponde á los demás relieves de este sistema genuinamente toledano. Sus depresiones más importantes son los puertos de Yébenes para el ferrocarril y carretera de Toledo á Ciudad Real, y pasado el collado de los Morillos, el puerto del Milagro, del cual puede decirse que es la puerta del llano, de importancia grande en otros tiempos, por el camino real que le cruzaba.
Alineaciones de las Guadalerzas.
Al S. de la anterior alineación, se levanta el laberinto montuoso de las Guadalerzas, constituido por complicada red de cadenotes transversales, que, n0 obstante la independencia que tienen, parece que se enlazan unos con otros; alcanzan en sus cumbres (cuerdas), altitudes comprendidas entre 900 y 1.300 metros, y forman varias líneas de sierras, entre las cuales se insertan valles de reducida amplitud. Es de todos esos cadenotes, el más importante y robusto, el que se muestra paralelo á la alineación Yébenes-Castañar-Vedado, y que se extiende de E. á W. desde el paso del Congosto, á 750 metros de altitud. Se halla interrumpido por cortaduras ó bocas, llamadas de la Fonfría á oriente, de San Marcos, en el centro, y de San Salvador á occidente. Desde sus comienzos en el paso del Congosto (cruzado por ferrocarril y carretera), alcanza 1.038 metros en el cerro de Navarredonda; crece en altura en los Gigantes, cumbre oriental de la Boca de San Marcos; llega á 1.208 en la oriental 6 de la Palomera, á 1.253 en la culminación de los Cubos, y á 1.307 en el pináculo de la Becerra; la alineación continúa perdiendo insensiblemente elevación y escabrosidad, hasta confundirse con la llanura en las inmediaciones del Molinillo y corrientes del río Milagro.
Los cadenotes montuosos se multiplican al mediodía de esta alineación, complicando la original topografía de este suelo; original, desde luego, por la escultura uniforme de todos sus relieves y la carencia total de casos sorprendentes, por la variedad de sus aspectos. La línea de mayor significación é importancia, es la divisoria de las aguas que discurren á oriente y occidente, á las cuencas del Ebro y Guadiana; arranca de la cumbre de la Palomera, recibe en sus más empinadas cumbres los nombres de Valdesimón, Monteadero, Rechazón y Rechazoncillo, y termina en el punto llamado Patacabrilla, desde el cual se continúa por los cerros del Dorado y del Puerto, el estrecho del Galapagar y el cerro de las Coberteras, punto el más elevado de la Sierra del Robledo, por la cual sigue la línea montuosa. La serie de relieves primeramente nombrados desde la Palomera hasta Patacabrilla, reciben el nombre genérico de Sierra del Rebollarejo; los que de Patacabrilla se unen á la Sierra del Robledo, el de Sierra del Comendador.
A la Sierra del Robledo (1. 120 metros), sigue la de los Robledillos, por la cual se prolonga la divisoria con las denominaciones de cerros de la Umbría de los Clérigos, Valdesimón, Valdecovachas y Valandrinos, tras del que desaparece el relieve para formar el puerto del Emperador, presentándose poco después la encumbrada y áspera Sierra de la Calderina, en cuya cima, de 1.208 metros, se halla situado un vértice geodésico de la red de primer orden.
De la Sierra del Robledo despréndese una alineación 6 contrafuerte importante por su robustez y fragosidad en sus dos últimas partes; corre corto trecho por los cerros del Diablo y los arbolillos, se rebaja en el paso de Caracuel, y poco después cambia su dirección NE.-SW., aproximadamente, por la de E. á W., alzándose recia y bravía en los riscos del Serijo y Sierra de Rondines hasta su terminación en la Sierra de la Higuera, enfrente de la Torre de Abrahan ó Boca del Puerto, atalaya que fué en la Edad Media de los amplios valles de las Navas, del Milagro y Bullaque, vigilante de los caminos y senderos que les cruzan en todas direcciones.
De la cumbre de Rondines, en la sierra de este nombre, arranca, con dirección SE., la línea montañosa que forman, entre otras, las sierras de Agrión y de Malagón, y la cual termina en el pueblo de esta última denominación.
Las crestas y hondonadas de casi todas estas sierras, están cubiertas de la túnica que envuelve á todos los relieves toledanos, las pedrizas, siendo los espesos bancos de cuarcita las que las ha originado. Los rasgos litológicos de tales alineaciones se confunden con los de las sierras del Castañar y Yébenes; los cerros que carecen de bancos de cuarcitas (riscos), acusan, por sus redondeadas formas, un intenso desgaste de erosión subaérea, tendente á convertirles en penillanura. El conjunto, en su mayor parte, recibe el nombre de Guadalerzas, que en otro tiempo, escribe Arteche, «eran dehesa riquísima perteneciente al Colegio de Doncellas Nobles de Toledo, vigilada desde el castillo del mismo nombre de la dehesa, en estado perfecto de conservación, habitado por los guardas y algunas veces por los destacamentos de tropas que operaban en los montes». El suelo está cubierto de monte bajo, jara y brezo principalmente, flora de los suelos pobres. La parte de Guadalerzas de mayor espesura, es la de Valdesimón y V. Valandrinos; la más fragosa, la de la Fonfría y la de la Boca de San Marcos.
Alineación de la Calderina y sus prolongaciones occidentales.
Cierran las complicadas líneas de las Guadalerzas y sus prolongaciones meridionales, otras dos líneas de montes unidas á ellas orográficamente: una, es derrame occidental de la Sierra Calderina, que por el paso del Emperador, es lazo de unión con la divisoria general ya mencionada; la otra, es la también nombrada de Agrión y de Malagón, fragosas como todo l0 demás.
En los flancos oriental y occidental de la masa de la Calderina se abren los pasos del Emperador y de la Matanza, en los cuales se unen las cabezas de los valles opuestos, y en la (';visoria general de las corrientes de aguas que, por el arroyo Bracea, vierten al río Algodor (cuenca del Tajo), y las que van á engrosar el Gigüela (cuenca del Guadiana).
Las culminaciones de Rondines, Agrión y Malagón, que pudiéramos considerar como alineación secundaria, están comprendidas entre 900 y 1.080 metros, y se hallan enclavadas en territorio oretano, considerado este extremo desde el puntc de vista de la Geografía histórica.
La constitución litológica de estos últimos relieves, es la anotada al comienzo.
Llanuras intercaladas entre las expresadas alineaciones montuosas.
a) Llanuras del Agodor y Milagro.
Las cuencas altas de Algodor y Milagro están formadas por una extensísima planicie, suavemente ondulada y unida por rápido y corto declive á las laderas de las alineaciones entre las cuales se extienden. Con altitud media de 720 metros, es larga de E. á W. y estrecha de N. á S. El suelo, desde el arroyo del Acebrón hasta poco antes de la casa del Navajo (punto donde opuestamente nacen el Algodor y el Milagro), da origen á buenas tierras de labor, de terreno arcilloso-calcáreo. El resto es una yaga hasta Marjaliza, desde el cual, las tierras son ricas en cereales.
b) Llanura de Urda.
A oriente de los macizos de las Guadalerzas, y entre los derrames orográficos originados del mismo lado, á partir de los pasos del Congosto al N. y del Emperador al S., se extiende la llanura de Urda, de gran amplitud (14 kilómetros de N. á S. y 18 á 20 de E. á W.), y que se confunde con la llanura manchega.
c) Valle de Ballesteros.
Este ce enlaza con aquélla, se estrecha desde sus comienzos, alcanza una amplitud de cinco á seis kilómetros en el Galapagar, y se encajona en la casa de Ballesteros, en donde mide ucasamente 8oo metros. Su amplitud es de unos 15 kilómetros deE. á W., y todo él está cubierto de monte bajo, excepto en la pié media y baja, en donde se ven tierras laborables. Es valle de aluvión, cubierto de cantos de cuarcitas de grano grueso, como he podido comprobar, hasta bastante profundidad, en trincheras abiertas por los alumnos de la Academia de Infantería. Esto prueba la potente denudación que, á través de los tiempos, han sufrido las cumbres que le ciñen, observándose que la erosión en cada una de sus vertientes, se ha equilibrado, por haber sido homogéneo el desgaste en cumbres y laderas.
d) Valle de las Navas.
A occidente de la divisoria, é intercalado entre la Sierra del Comendador y la de Rondines, se halla este valle, de escasa amplitud hasta la casa de las Navas, en donde alcanza de dos á tres kilómetros, ensanchándose hasta el Molinillo, en donde se une á la llanura del Milagro y Bullaque superior. Es una raña hasta el Molinillo, cubierta en el fondo de aluvión también, como lo es la llanura ondulada y valle del Bullaque. Algunos pastos ), tierras de labor se combinan con ellos.
Por el centro de uno y otro valle, corren los arroyos de sus nombres, secos la mayor parte del año; la cantidad de agua en el invierno, está regulada por la abundancia local de las precipitaciones atmosféricas, siendo muy, poca la que reciben de los manantiales, como es natural, por la naturaleza y estructura de las rocas componentes de esta cuenca. El arroyo Ballesteros tiene algunos en el barranco de Candelas, que es donde principalmente tiene origen; el de las Navas sale de la dehesa del Robledillo y se junta al Bullaque en la Saceda.
Llanuras del Sur.
Forman parte de las de la Mancha. El terreno representa dilatada meseta, rota por las arroyadas procedentes de las barrancadas septentrionales.
SEGUNDA AGRUPACIÓN
Alineación de San Pablo, Navahermosa, los Robledos, Sevilleja, etc.
Es prolongación de la de Yébenes, Castañar y Vedado.
Desde el puerto dei Milagro, á 920 metros de altitud media, y con la dirección de E. á W., continúa la cadena toledana, alzándose seguidamente, á 1.28o metros, en el monte de Martín Domínguez y á 1.419 en la cumbre de Peñafiel. La sierra está constituída por una línea, sin cadenotes que la compliquen, hasta el nudo importante de San Vicente, alcanzando sus más erguidas culminaciones 1.260, 1-300 y 1.369 metros. A todo este conjunto se le denomina los montes de San Pablo y de las Navíllas, de los pueblos situados en las laderas septentrionales.
La sierra lanza, en el macizo de San Vicente, un importante ramal en dirección NE. á SW. primero, y de W. á E. después, y el cual separa las corrientes del Bullaque, de las del Estena; en su origen se muestra elevado, es tan áspero como la sierra misma, desprende cadenotes á un lado y otro, y se pierde claramente delineado en la Torre de Abrahan.
Desde San Vicente comienzan las complicaciones orográficas; el eje de la cordillera se inclina hacia el NW. y aparecen la fragosidad, robustez y corpulencia de los montes; en vez de una línea escueta y aislada, como casi en apariencia se muestra hasta aquí, se presenta un laberinto de relieves, separados por valles cada vez más angostos, los cuales quedan reducidos á hondas gargantas, por entre las que corren torrentes abundantes. Son los montes de Navahermosa y llontanar. Sus culminaciones tienen de altitud, en San Vicente, 1.430 metros; en el Corral de Cantos, vértice geodésico, 1.419 metros, y en Sombrera, 1.391.
La fragosidad y complicación ya no desaparecen hasta pasado Sevilleja, formándose un dédalo de sierras que, siguiendo el eje divisorio general Tajo-Guadiana, llevan los nombres de la Valeruela (1.280 metros), de la Silla y Montesina (1.120 metros), de Valleloor (1.320) y de Sierra Fría, macizo en el cual se halla el el altísimo picacho de Rocigalgo (1.447 metros), que constituye la corona de los Montes de Toledo, y es el mejor punto de observación de toda esta parte de la cadena, por alzare casi en el centro del expresado laberinto.
El observador conternpla los mismos riscos y, la misma entonación, teñida por el óxido de las cuarcitas. Los penosos caninos, verdaderas sendas que los hombres han abierto, remontan las sierras cuando no hay pasos naturales, como acontece en esta parte. Los pocos pueblos del interior de los montes, quedan como en agujeros hendidos. La vegetación es abundante en algunas extensiones; en otras dominan el brezo y la jara. La perspectiva en el fondo del valle sigue empequeñecida, porque la sierra se prolonga fragosa y áspera, y solamente en Robledo del Buey comienzan á deprimirse los relieves. En esta parte, son culminaciones notables el monte Viezo, de monte alto cubierto totalmente, y el único quizás de la cadena que se muestra riscoso; la "Torre, la Botija
y Toledana, de 1.203, 1.050, 1.080 y 1.195 metros de altitud, respectivamente.
Los montes de Espinoso del Rey al N., los de Navaltoril en el centro y los de Piedraescrita al S., unidos al núcleo anterior por el collado de la Estenilla, y enlazados por el. poniente á las sierras de Robledo del Mazo y Sevilleja, con altitudes de 1.378 y 1.398 metros en los picos de las Moradas y del Castillazo, constituyen la terminación del sistema de los Montes de Toledo por su flanco occidental, y entre los cuales se comprende el territorio de la jara, á la que pertenecen, entre otros Pueblos, Campillo de la Jara, Sevilleja, Robledo del Mazo, Robledo del Buey, Piedraescrita, etcétera. Acerca de los valles y montes de este territorio, en es difícil percibir la verdadera divisoria de Tajo-Guadiana, escribió Madoz en su conocido Diccionario: “El hombre amante del estudio de la naturaleza y observador de sus maravillas, que viaja por entre estas elevadas montarlas y discurre por lo profundo de los valles que forman, se queda absorto al contemplar este majestuoso cuadro en medio del horror del silencio y de una soledad espantosa; los riscos que se ocultan entre las nubes, formados de peña viva, que parecen bajos á larga distancia y que son de una altura increíble, forman precipicios horrorosos, sobre todo por la parte del S.”
Ninguna variación presenta el paisaje en estos lugares; las coloraciones y matices de ricos y pedrizas no impresionan; la jara y el brezo, con otra vegetación igualmente hambrienta, armonizan con el aspecto rocoso de los relieves. El panorama es el mismo en todas partes; ni blancos caseríos, ni extensas praderas, ni casas ni ermitas en las cumbres; así es, que, el cuadro grave de la Naturaleza, no produce la admiración que causan en otras cordilleras sus macizos y valles, en los cuales se ofrece una flora, que por su inmensa variedad, admira, y por su abundante praderia y arbolado, encanta. Y con ser todo tan bravío, ni el ventisquero que conserva el helero eterno ha dejado aquí sus numerosas huellas como en otros lugares encrespados. Por esto es característica la región de los Montes de Toledo; por estar coronada de dientes y bancos de cuarcitas y surcada por valles angostos y sesgadas estribaciones. la regularidad de su estructura topográfica y litológica, la señalan, en la Geografía peninsular, como notable.
Aquí también los pasos estrechos y tortuosos, quedan reducidos á sendas entre risco y risco; los más conocidos son los puertos del Marchés, y el de la Valeruela, collado contiguo al risco de las Paradas, y que contornea la carretera de Navahermosa á Navas de Estena.
La última parte de los montes, á partir de Piedraescrita, está constituída por las sierras de Hiruela y de la Charca, que cierran por el S. la cuenca del Gébalo, continuándose la alineación por la sierra de Sevilleja, en donde termina la cadena. Esta sierra destaca en las inmediaciones del Torozo, un importante estribo, que se extiende hacia occidente, cerrando por este lado el valle de Robledo del Mazo, y el cual, juntamente con otros derrames, aumentan la aspereza del conjunto en esta parte. Poco á poco pierden elevación y corpulencia al aproximarse al Tajo, apareciendo como serratas que sobresalen en la meseta occidental toledana; su recorrido y anchura son pequeños.
Llanuras y contrafuerte importante.
La llanura de la cuenca alta del río Bullaque se enlaza con la del Milagro, y es extensísima; su amplitud es de unos 15 kilómetros de E. á W. y de seis á ocho en su parte media. Muy ancha desde el Milagro hasta la Sierra de la Higuera, se extrecha hacia el poniente desde el pueblo de Retuerta. Limítanla, por el N., los montes de San Pablo y las Navillas, y por el W. y S., el contrafuerte que ya hemos descrito; arranca del macizo de San Vicente, se dirige hacia el S., y cambiando al E., termina en la Torre de Abrahan. A un lado y otro, se levantan líneas (le cerros de escasa altitud, constituyéndose un conjunto complicado, del cual forman parte las serrezuelas de Enmedio y del Castillón, las cuales accidentan la margen derecha del Bullaque en su curso alto. La altitud media de todo este conjunto es de 1.000 metros.
A occidente de este contrafuerte se extienden las planicies del Estena, arroyo Frío, Estomiza y Estenilla, con relieves de pequeña altura.
Entre el pie de las vertientes meridionales de la sierra de Sevilleja y demás montañas inconexas que hacia el W. se desprenden de ésta, un eslabón que arranca del cerro del Torozo en aquélla y que termina en el raso Santo ó Puerto Rey, en donde se enlaza por el S. la Sierra de Altamira, se extiende el llano del Iluso, el cual cierra les montes por este lado. El dicho eslabón, que lleva en sus principales cerros los nombres del Magrero, la Caca y Pezo, corresponde, juntamente con la Sierra de Altamira, á la divisoria del Tajo y Guadiana, por cuanto en ella á oriente, el arroyo Fresnedosa del Estena y el Guadarranque y á occidente, el Huso, que vierte al Tajo. Las ondulaciones de toda eta planicie son acentuadas, y el subsuelo es cámbrico. Dominan en él las tierras de labor.
HIDROGRAFÍA
La variadísima hidrografía peculiar de otras cadenas y que sorprende por los pintorescos valles que determina, comunicando encanto y vida por sus abundantes aguas, aquí no existe; el tortuoso curso de los arroyos de esta cadena, en la primera parte de su recorrido, se abre paso por entre angostos valles, mas sin dar origen á riberas pintorescas, aun cuando contrastan, por la vegetación de que están cubiertas, con el resto del paisaje, sombrío y monótono.
Quizás por pertenecer este terreno á suelos cristalinos y silurianos, los manantiales son escasos y las aguas poco abundantes, razón por la cual, aunque no sea la de mayor peso, casi todas las corrientes no se mantienen en la estación calurosa. Esta parte del suelo ibérico tiene desgraciadamente pocas precipitaciones atmosféricas; llueve y nieva poco en la cadena toledana, y por esta razón, los ríos llevan poca agua.
Entran en el Tajo muchos arroyos de la orilla izquierda: Guadajara, Cuevas, Torcón, Madrigal, Pusa, Sangrera, Gébalo, Guadija, del Monte, Algodor, etc.
Entran en el Guadiana, por su orilla derecha: Estena, Bullaque y Gigüela, principalmente.
De la sierra del Castañar salen las arroyadas que dan nacimiento al Guadajara; de los cerros y montes de San Pablo, por Menasalvas y Gálvez, baja el Cuevas; el Torcón nace en la revuelta del Torconcillo en la sierra del Robledo, y le engrosa el Yedra, que desciende de los riscos del Calvario en término de Menasalvas, juntándose al primero en el molino del Tostón ó de Mendoza; el Pusa, en el robledal de las Pasillas, y corriendo por entre las abruptas quebradas de Robledo del Buey, sale á valle extenso por Navalucillos y los Navalmorales; el Sangrera y el Gébalo, se abren paso por entre los Montes de Robledo del Mazo y Espinoso del Rey, desprendidos del terreno asperísimo de la Jara. Este segundo nace al pie de la iglesia de Piedraescrita. Por último, es la corriente más a occidental la del Iluso, que tiene su origen en el sitio denominado Posada de Huso, en la sierra de Sevilléja, entre el Puerto de San Vicente y el pueblo de Sevilleja de la Jara; desemboca en Azután, agua arriba de Puente del Arzobispo. El río Frío, muy nombrado en esta parte de Sevilleja, es afluente del anterior y nace en el collado de su nombre.
El Gigüela disputa el nombre al alto Guadiana; á él afluye el Amarguillo de las quebradas de la sierra de la Calderina; el Bullaque, con su afluente el Milagro; recogen las aguas de las vertientes meridionales de los montes de San Pablo, sierra del Castañar y laguna del Navajo; el Estena tiene sus primeras fuentes en las laderas de la empinada cumbre del Corral de Cantos. Todos los demás arrovos son tributarios de éste, y nacen en términos de Piedraescrita, los Alares y Sevilleja.
Intimamente relacionada con estas cuestiones de las aguas, se halla la divisoria general hidrográfica. La cadena toledana en su parte central, la determina perfectamente por la línea de sus más salientes culminaciones, sucediendo otro tanto, aunque de manera más imprecisa, en la occidental, pero es incierta y vaga en el extremo oriental, como obedeciendo á las causas que dieron origen á la formación de sus poderosos relieves, «enigma de difícil solución», hasta que investigaciones de conjunto, y más recientes, no la despejen.
Los Montes de Toledo rinden á los ríos Tajo y Guadiana pocas aguas en su parte oriental hasta el puerto del Milagro; aumentan desde este paso hasta la línea Estena-Navahermosa, y son abundantes desde aquí hacia occidente, complicándose sus redes hidrográficas en estas direcciones. Hay que reconocer que semejante particularidad obedece á la mayor complicación y robustez que los relieves presentan en su centro y occidente, efecto de las cuales se dibujan verdaderos valles, ya longitudinales ya transversales, al revés de lo que acontece en las alineaciones orientales, en las cuales no hay verdaderos valles, sino barrancos de erosión más ó menos amplios, por la carencia de ramales laterales de gran longitud que den origen á aquéllos. La vegetación, de poderosa influencia en la red hidrográfica, está más acentuada también en el centro y occidente que en oriente, en donde la roca está desnuda, dando origen, en aquellas partes, á que se conserven sin agotar los manantiales que favorece la mayor humedad de aquélla.
Al examinar atentamente el sistema orográfico de los Montes de Toledo, tal como se ha descrito en sus alineaciones principales, no puede desconocerse, no obstante, la vaguedad é incertidumbre de la divisoria que dejamos acentuadas, la trabazón ó correspondencia del grupo de las Guadalerzas, con la alineación formada por la sierra de Yébenes, Castañar y demás prolongaciones occidentales, siguiendo la llanura interpuesta entre ellas, y en la cual tienen origen los ríos Milagro y Algodor, tributario aquél del Guadiana y del Tajo éste; la elevación que alcanzan las alineaciones expresadas y el carácter de la llanura, dilatada de E. á W., con anchura de cuatro á cinco kilómetros de N. á S., y por la cual resbalan ambas corrientes de aguas, con la escasa inclinación que es característica á las demás de la red hidrográfica de esta meseta, contrastan singularmente, haciendo aparecer á aquellos relieves como aislados, sin enlace ni dependencia apuna entre sí, formando, en una palabra, una solución de continuidad. Pudiera creerse, por tanto, que los relieves constituyentes de la cadena toledana, en sus diversas agrupaciones, carecen de enlace por interponerse entre unos y otros extensas llanuras.
Sin embargo; una observación detenida hace ver las relaciones existentes entre unas y otras agrupaciones, y, por lo tanto, la dependencia que existe entre la agrupación de las Guadalerzas y la septentrional de Yébenes y Castañar. En la llanura que las separa, las vertientes del Milagro y Algodor parecen ser las mismas, así es, que ambas corrientes, desde la laguna del Navajo (así bautizada en algunos planos), donde comienzan á afluir, hacen el efecto de dirigirse, indiferentemente, á una y otra cuenca; por consiguiente, aquí hay una captura que tiene lugar por vía subterránea, revelándose tan interesante fenómeno en el pantano ó cenagal del Navajo. La reducción del relieve la origina, á tal extremo, que la divisoria general de aguas Tajo-Guadiana desaparece en la llanura determinante.
Y no obstante estas singularidades, ó, por mejor expresar, fenómenos geográficos, en esta llanura tiene que haber una cuenca transversal de desagüe que ha de separar, forzosamente, los dos sistemas hidrográficos de Tajo y Guadiana. Por la captura expresada, se dibuja, pues, la divisoria general, la cual establece la dependencia entre unos y otros relieves.
PAS0S PRINCIPALES
La fisonomía de estos montes, que se presentan aislados, redondeados y separados unos de otros por grandes depresiones en la agrupación de las Guadalerzas, y principalmente en la parte central
y occidental, hace que aquéllas se utilicen por el caminante como pasos que de inmemorial emplea para atravesar de un valle á otro. Estas depresiones se llaman puertos en el país; la denominación de collados no se aplica, generalmente, aunque es más propia para las depresiones elevadas, en las cuales la divisoria se deprime en comba poco acentuada. «No es fácil ni seguro precisar el sentido exacto del dualismo entre puertos y collados, escribe Bernaldo de Quirós en su hermoso estudio acerca de la cadena del Guadarrama. Pudiera decirse, en general, que el puerto representa un paso más franco y amplio que el collado, dominando, además, un sistema de comunicaciones más extensas, por lo cual se aprovecha para vías principales (carreteras, ferrocarriles), mientras por los collados sólo pasan simples sendas, trochas borrosas á menudo entre humildes aldeas 6 majadas, separadas por su alta entalladura.»
En este sentido, los Montes de Toledo solamente tendrán un solo puerto, el del Milagro, pues los de Yébenes, Marchés y Valeruela, no entran en aquel concepto, porque son mucho más elevados, y principalmente el último. Por el de Yébenes va la carretera de Toledo á Ciudad Real; por el del Milagro, la carretera que desde Toledo, por Argés, Layos, las Ventas con Peña Aguilera y el Molinillo, sigue á Ciudad Real; por el Marchés, el camino conocido con el nombre de Real de Extremadura, y por el de la Valeruela ó Puerto del Cedrón, pasa la carretera de Toledo-Navahermosa á Navas de Estena.
Son depresiones bajas y accesibles de una vertiente á otra dentro del laberinto montañoso, el puerto del Acebrón contiguo al del Milagro; el puerto Albarda, usado por los ganaderos del duque de Veragua para conducir las reses bravas á sus posiciones de Valdecaba (Tajo); el de Estenilla, al lado de Robledo del Buey, entre las sierras del Vizo y de las Toledanas, y el de Piedraescrita, para el paso de la cuenca del Gébalo á la del Estena.
Como á excepción de la muralla compacta que forman la Sierra de Yébenes v del Castañar, hasta el paso del Acebrón ó Milagro, todo lo demás de los Montes de Toledo es un laberinto montañoso, para comunicarse de unos á otros valles hay que mercarse á las elevaciones de las cumbres, entre las cuales está marcada la entalladura, es decir, el paso, de donde resulta que éstos son altos y poco accesibles, por l0 tanto. Tal sucede con el puerto del Endino en la sierra de Navalperal, transversal á la sierra de Sevilleja (occidente de los montes); la entalladura está entre las cumbres del Castillazo y sierra de Navalperal, y por ella se comunican los habitantes del valle del Iluso con los del valle del Gébalo, con el collado de la Ermita entre la sierra Toledana y la de la Botija, comunicación entre la cuenca del Pusa con el valle del Chorro, y, por último, con el collado del Pos desde el Chorro al valle de Robledo Hermoso y collado del Aire á Navahermosa.
Son pocos, pues, los pasos bajos y accesibles de una á otra vertiente. Contrastan en este sentido, los Montes de Toledo desde el Milagro, á oriente y occidente.
llay que poner en evidencia las formas de estos interesantes relieves, dándoles valores orométricos, por constituir un complemento obligado del estudio de la forma del terreno, toda vez que evidencian la entidad del obstáculo que el relieve puede presentar á la acción militar, y descubren índices comparativos de unas cadenas con otras.
Son medidas orométricas interesantes:
1.ª La altitud media de la cumbre;
2.ª La altitud media del paso;
3.ª La altitud media de la altura de la cumbre, y
4.ª La entalladura media de la línea de la cumbre.
La primera es, aproxirnadamente, en la cadena toledana, igual á 1.160, número que da idea de la importancia altimétrica de su relieve montañoso; la segunda, evalúa la dificultad que brinda la zona montañosa para atravesarla, tiene por número 920; la tercera, igual á 1.040, expresa el esfuerzo orofráfico máximo, y, por último, la cuarta, intensidad de la labor destructora de la línea de la cresta, tiene por número 244.
La comparación con otras cadenas, evidenciaría estas cifras.
GEOLOGIA DE LOS MONTES DE TOLEDO
Las llanuras y alineaciones principales que integran el conjunto de los macizos del sistema «Montes de Toledo», dibujan en el suelo de la meseta ibérica rasgos tan singulares, por lo atañente á la disposición estratigráfica de sus materiales componentes y constitución litológica de los mismos, que es menester definirles en concepto geológico; consecuencia impuesta por el método que hemos esbozado, v atendida, la íntima relación existente entre la Geología y la Georafía, con tal relación de dependencia, que esta disciplina científica está totalmente subordinada á aquélla.
La unidad del relieve del sistema toledano, dentro de su escasa altitud, sorprende extraordinariamente por sus numerosos v originales macizos, por los rasgos perfectamente definidos que presentan, por el uniforme aspecto con que se ofrecen, y por su situación en el centro casi de la meseta ibérica.
Es un problema complicado de la Tectónica y Orogenia ibéricas, determinar las causas del levantamiento de estos montes. El sabio geólogo Mapherson, en su notable trabajo titulado Ensayo evolutivo de la Península Ibérica, se pregunta, si serán debidos á una desviación de los antiguos pliegues, semejante á la observada en la Cordillera Carpetana, ó si estarán formando parte de esta última, siendo el valle del Tajo, por lo tanto, una bóveda hundida y rellena con posterioridad por sedimentos terciarios y cuaternarios.
El distinguido geólogo H. Pacheco, ha visto una meseta, que levantándose en la misma orilla izquierda del Tajo, se extiende, en dirección S., hasta más al á de la divisoria con el Guadiana, por los hoy Montes de Toledo. El borde N. de esta meseta, fué una línea de costa. La planicie situada al N. del Tajo, entre esta meseta y las Sierras del Guadarrama v Gredos, representa una zona de hundimientos continuados hacia el W., anteriores al mar paleógeno que hasta ahí invadió la meseta.
Según esto, las cadenas toledanas pudieron constituir un horts ó zona de resistencia, como la Sierra de Guadarrama, y entre ellos se hundió la planicie, adquiriendo entonces los Montes de Toledo la individualidad tan marcada que presentan.
Resulta, pues, que durante la primera mitad de la era paleozoica, los actuales Montes de Toledo estaban ocupados por un mar amplio, sobre el fondo del cual fueron depositados los primeros materiales, y poco después, en el seno de este mar, la actividad de los organismos constructores elevaron las masas actuales.
Luján, en la obra ya citada, consigna también que «el levantamiento más antiguo que trastornó los terrenos de Extremadura y delineó el relieve de los Montes de Toledo, la Sierra de Guadalupe, Mirabete y las cadenas de cuarcitas desde Almadén á la Sierra Morena, fué causado por la inyección del granito, que tuvo lugar después del depósito de los terrenos cámbricos y silurianos, y en el período intermedio entre éstos y los carboníferos».
No es de este lugar determinar en qué condiciones se depositaron los estratos que forman estas cadenas. Obsérvase, desde luego, que las rocas más antiguas que afloran en el plano inferior, pertenecen al grupo paleozoico. Aquí presentan caracteres inconfundibles, por el desenvolvimiento y profusión de las pizarras y cuarcitas y los fósiles característicos que en ellas se presentan.
El terreno siluriano es el exclusivo de estos montes, y consta en la base, 6 sea en el piso que algunos reputados geólogos denominan cámbrico, de las rocas gneísicas, pizarras micáceas, pizarras cloríticas, etc., alternando con verdaderos bancos de cuarcitas. En el medio, adquieren notable desarrollo otras pizarras de naturaleza arcillosa, y en los niveles superiores, predomina el elemento calizo y arenoso.
Las formas caprichosas que las cumbres de los montes tienen por sus riscos, son debidas á las cuarcitas; aparecen ocupando las líneas culminantes de las cumbres, las laderas y base de los montes y el fondo de los valles, á tal extremo, que «sin dificultad puede dirigirse la vista ni sentarse el pie en alguna parte sin tropezar en tales rocas, siendo indudablemente las cadenas toledanas el terreno de las cuarcitas por excelencia».
La topografía del territorio revela hondas perturbaciones; las capas se ostentan en algunos puntos con muy acentuada inclinación, que llega en ocasiones á la vertical, prueba de los trastornos que han experimentado. Un estudio, desde el punto de vista estratigráfico, llevado á cabo, daría la clave de las perturbaciones repetidas é intensas á que ha estado sometido el suelo.
Tres formaciones geológicas, por consiguiente, componen la base y cadenas de los Montes de Toledo; la formación arcaica, significada cada por rocas cristalinas y cristalográficas, y las formaciones de ! era primaria, llamada también paleozoica, representadas por el periodo silúríco, en sus épocas cambriense y ordoviciense, ó sea del silúrico inferior.
Los gneises y granitos forman un islote que aprisiona á los montes en su cara septentrional. Se relacionan, á oriente y occidente, con los granitos gneísícos componentes de las rocas que existen en las inmediaciones de Toledo y las masas potentes de la Calzada de Oropesa, las cuales, prolongándose de S. á N., como se observa siguiendo por la carretera que desde Oropesa y Puente del Arzobispo une al puerto de San Vicente, penetran en la planicie basta la base septentrional de los montes, surgiendo en las inmediaciones de Navahermosa para extenderse por las Navillas, San Pablo, Menasalbas y Ventas con Peña Aguilera, en donde surge, can caprichosas formas, la potente masa. Y continúa hacia oriente, hasta la Sierra de Yébenes, para relacionarse con la de Ajofrín á la de la capital.
Granito normal y granito porfírico es el que se encuentra formando las indicadas acumulaciones. En las Navillas y San Pablo, muchas rocas están atravesadas por venas de aplita y pórfidos. En las inmediaciones de las Ventas con Peña Aguilera se halla el gneis granatífero y el granito anfibol.
Aquí abundan las piedras caballeras, notables, tanto por sus dimensiones, como por sus caprichosas formas.
La desintegración de estas rocas cubre el suelo, en algunas partes, de una capa de materiales arenáceos.
El terreno cámbrico es de conglomerados cuarzosos, pizarras y areniscas; se muestra en las planicies entre las alineaciones montañosas. Al ordovícico corresponde el suelo de los macizos.
Las pizarras y cantos de cuarcitas aparecen en las llanuras comprendidas entre el puerto de San Vicente y Sevilleja, en los bajos puertos, en el Acebrón y valle de este río, y en el cerro de las Viñas, inmediato á San Pablo, existen grandes bancos de caliza marmórea, los que ofrecen excelentes mármoles de color negro y azulado.
Hemos escrito ya que las cuarcitas son las rocas predominantes de este sistema; alternan muchas veces con pizarras cuarzosas.
No deben constituir una novedad, en estudio de esta índole, algunas consideraciones referentes á la paleontología de los Montes de Toledo.
Sin los fósiles, escribía el insigne naturalista Cuvier, los geólogos no hubieran imaginado la existencia de las diversas y sucesivas épocas de la historia de nuestro globo, siendo aquéllos los únicos que pueden dar la certidumbre de que no siempre ha ofrecido el globo el mismo aspecto con que hoy se presenta., por la necesidad en que los seres se hallaron de existir, antes de ser envueltos en las masas de los sedimentos.
Los fósiles, pues, que á cada paso se encuentran en el suelo de estos montes, sorprendiendo por su variedad y abundancia, nos dicen, con una encantadora elocuencia, la historia de la tierra, confirman el estudio geológico, y sirven de guía para fijar el nivel de las capas de este sistema.
La vida, en la cadena toledana, comenzó en el fondo de las aguas.
En el período arcaico, algunos arrecifes, representados por los gneis y granitos de Oropesa, Puente del Arzobispo, Navahermosa, San Pablo, las Ventas con Peña Aguilera, Orgaz, Sonseca y Toledo, mostraban exigua superficie solamente en el suelo de esta provincia.
Está plenamente demostrado que la vida en el globo tiene su primera manifestación en la época paleozoica con el sistema siluriano, el cual se halla dividido en tres pisos de abajo arriba, denominados modernamente cámbrico, ordovícico y• geoflándico. La fauna y flora en ellos encontrada, es la que imprime al conjunto de cada sistema carácter verdaderamente particularísimo, digamos personal.
En el terreno cámbrico de los Montes ele Toledo, se manifiesta el grupo de los trilobites, primeros seres del mundo, puesto que representan las primeras manifestaciones de la vida, aunque se conjetura la desaparición de otros organismos que les precedieron, compuestos de formas más inferiores, y de los cuales no quedan rastros.
Y en los demás pisos del silúrico, aparecen otros fósiles que les son característicos y que en estas llanuras y sierras tienen abundante representación.
El altozano en que está edificado el castillo de Las Guadalerzas, la cuenca alta del río Acebrón, y el terreno de las inmediaciones de Navas de Estena, tienen gran interés páleontológico, por constituir yacimientos fosilíferos de gran importancia.
En el de Las Guadalerzas, son las especies más abundantes, según Pacheco, y por él recolectadas,. las siguientes:
Cruziana, sp.
Cruziana furcifera, D'Orb.
Rhizomorpha. Calderoni, Hern-Pach.
Vexillum Desglandi, Ren.
Vexillum Morierei, Sap.
Scolilhus linearis,lirtearir, Hall.
En el del Acebrón hemos recolectado nosotros algunos ejemplares.
Calymene Blumenbachi.
Calymeni Tristani.
Impresiones de cerithes?
Asaphus,
Asaphus nobilis,
Sanguinolitis Pellicoi,
Bellerophon,
Orihoceras,
Orthis Caramü,
Cruciana, en el valle del Pos (en el camino de herradura de " Robledo del Buey á Navahermosa).
Y en el de Navas de Estena, ha recolectado mi distinguido amigo Sr. Gómez de Llerena, del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, fósiles abundantes, pertenecientes á una fauna variada del Ordovícico.
Braquiópodos: Obolus, Orthis Caraussi, Solter.
Lamelibranquios: Sanguinolitis Pellicoi, Vern. et Barr.
Gastrópodos: Bellerophon bilobatus, Sow.
Cefalópodos: Orthoceras, sp.
Trilobites: Calymene Tristany, Brogn; C. Arago, Rou.; Asaphus Cianus, Barr. et Vern; Illanus Hispanicus, Barr. et Bern.
Testigos petrificados, tan elocuentes como los enumerados, pudieran además servir para demostrar la conmoción tan intensa y las enormes y violentas sacudidas á que estuvo sometido este terreno en el período de su formación, con sólo reparar el aplastamiento que se observa en muchos ejemplares, su estado como de inyección en la roca y la dislocación en buen número de ellos.
Ameno es el estudio, pero difícil en el orden de deducir consecuencias atañentes á la evolución física, química y orgánico-vital, experimentada en estos singularísimos terrenos de la cadena toledana.
Conformémonos con la grandiosa impresión que todo esto produce.
Verdaderamente que el conocimiento de los materiales componentes de los Montes de Toledo y su disposición superficial, es necesario, para completar el estudio, de un elemento geográfico tan importante como lo es el terreno. Y de análoga manera que al artista le es de forzoso dominio el estudio de la anatomía del cuerpo humano para conocer la forma externa que pinta ó cincela, al militar, artista también de la guerra, le es imprescindible el conocimiento de la naturaleza de las rocas que entran en la composición de los macizos del suelo, porque reflejan su practicabilidad, toda vez que ésta puede considerarse como la síntesis de la condición impuesta para el desarrollo de las diversas fases de una operación militar.
Y este concepto de practicabilidad no se limita, según el distinguido General Riva Palazzi escribía hace un tercio de siglo, á considerar la posibilidad mayor ó menor de moverse, aprovechando las comunicaciones férreas y ordinarias de una determinada región, sino que se extiende al examen de todos los obstáculos y de todos los recursos que pueden concurrir á favorecer ó dificultar los movimientos de grandes masas de tropas, ya en el campo estratégico, ya en el táctico.
Hoy, la influencia del terreno, dado su constante y creciente aprovechamiento, como escudo protector y apoyo eficaz, es llevada á límites inconcebibles. La guerra moderna, avara de monstruosos elementos y gruesas unidades, ha centuplicado sus necesidades con relación á las que sentían los ejércitos de hace cuatro días; las masas que pone en juego, hallan mayores obstáculos para sus movimientos y reposo, y las nuevas armas empleadas, cuentan con mayores dificultades para adaptarse al terreno que les es más favorable para ejecutar su misión destructora. No pudiendo sustraerse tantos y tan variados elementos guerreros á la influencia del terreno, colígese que debe ser preocupación constarte de todos cuantos manden tropas, vencer y sobrepujar cuantos obstáculos se presenten en el suelo de la lucha, para la cual requiérese estudiarle y conocerle, en su estructura y disposición, con relación á la acción militar.
Y así hay que hace. lo insistentemente, por constituir el terreno la rama verdaderamente científica del arte militar, con leyes inmutables, como inmutables son también las reglas generales del empleo de los accidentes, según ha •escrito el distinguido General Burguete.
Penetrado de verdad tan honda desde hace algún tiempo, empleo yo también, hace algunos años, el libro de la naturaleza, que más que ningún otro hiere los sentidos é impresiona la imaginación, para que me brinde, con su estudio, enseñanzas que de otra manera sería difícil adquirir por consideraciones teóricas, siendo así que el conocimiento de este factor de la guerra conduce á comprender mejor lo pasado y á edificar también, para el porvenir, consecuencias de cuanto ofrece, y que impunemente no deben desdeñarse. Escalar riscos y descender á valles, da la clave de los tropiezos y dificultades que es menester vencer cuando la acción militar á ellos se conduce, y su dominio permitirá siempre e no tocar los resultados desastrosos de su desconocimiento.
Por eso yo también, que comulgo en las mismas ideas y entiendo que el conocimiento de la Geografía é Historia de España haría Patria y Españoles, secundando el llamamiento de tan distinguido General, «quisiera que toda una generación militar tomase ase gusto á estas empresas de andanzas investigadoras de Historia y de Geografía sobre el terreno, contase,; ó no con la ayuda del subsidio oficial. Se trata de nuestra propia historia, de la historia de nuestro solar, de nuestra España, que está por dilucidar y por rehacer en muchos de sus interesantes puntos; obra de grandísimo interés, porque al comprobar el valor que en el pasado tuvieron los lugares históricos, muéstrase también que lo tienen en el presente y lo tendrán en el porvenir.
No puede haber para el militar otro estudio de mayor interés que este de la Historia: museo permanente de enseñanzas, Labora-torio de experimentaciones, en esta índole de análisis y de investigaciones, que han de poner á contribución en el investigador toda la esencia de sus conocimientos militares.
Si fuéramos algo y pudiéramos ser oídos oficialmente en parte alguna, y si á este interesante tema se le concediera alguna atención por los elementos directores, esta paciente labor de comprobación y de investigaciones históricas y geográficas, que tantos gastos, desvelos y trabajos exigen á uno solo, pediríamos que fuera consagrada por centros de enseñanza oficial, que un año y otro, á manera de prácticas, realizasen, como coronación de los estudios teóricos, la investigación y comprobación de estas campañas, & estas batallas y de estos sitios memorables de fijación dudosa, ambigua ó discutida (alúdese á las batallas del Guadalete, á los itinerarios de invasión y conquista definitiva de España por Tarik y Muza, á la de Covadonga y primer siglo de la Reconquista de Asturias), como temas de enseñanza práctica, mejores que estos planes hipotéticos y estos supuestos, muchas veces quiméricos, de estudios de campañas é hipótesis sobre el terreno que no han constituido una realidad y que carecen, por tanto, de contraste experimental en sus resultados.»
La sucinta descripción geológica de los macizos toledanos, dándose la mano con la geográfica que hemos hecho, ¿qué consecuencias permiten deducir relacionadas con el arte militar?
El estudio geológico del suelo y el de su tectónica, afirman qué de la inmensidad del primitivo mar paleozoico, emergió la enorme masa rocosa componente de los Montes de Toledo, cual demuestra la abundante fauna primordial, esencialmente silúrica, de que está formada.
Y esta sola idea, que representa, al formularla, un cúmulo de observaciones y estudios hechos pacientemente, indica que el macizo toledano, por sus causas de formación, es áspero y agreste, está roto profundamente, profundamente dislocado, que tiene fuertes pendientes, que son numerosos y encajonados sus valles, y al consistir el conjunto del sistema un verdadero laberinto, que sus comunicaciones deben ser escasas y difíciles, pocos y pobres sus pueblos y naturalmente, escasos sus recursos. Con tal condición y carácter, es evidente que el paso de las grandes masas encontrará dificultades enormes, y la acción de las armas, embarazos insuperables, contribuyendo la vegetación, en la mayor parte de su suelo, á aumentar los entorpecimientos que experimenten las tropas.
Y así como, por inducción, la estructura y disposición de los elementos geográficos del suelo permiten reconstruir las grandes sínteses históricas de sucesos pasados, también la estructura y naturaleza de sus rocas, por inducción, permiten asimismo dar idea exacta de la fortaleza del terreno, que aquí, en los Montes de Toledo, es grande, con sus caminos naturales casi inaccesibles unos y convertidos en verdaderos desfiladeros otros, que pueden dominar escasos efectivos; con sus barrancos y tajos susceptibles de encarnizada defensa, con rugosidades y relieves de gran valor militar, con atalayas que vigilan gran extensión, y con guaridas, desde las cuales pueden hacerse algaras y correrías, hacia el Norte por el Tajo, hacia Oriente por la Mancha, hacia el S. por el Guadiana y hacia el W. por Extremadura. Por sus caracteres topográficos, principalmente, se impusieron como teatro «en la guerra de la Independencia de luchas parciales, que demuestran las propiedades defensivas de ellos en una guerra nacional, en donde se albergaban en la última lucha civil las fracciones de la Mancha, consistentes, la mayor parte, en Caballería. Cualquiera concebirá que el uso de este arma se hace imposible en un terreno tan fragoso, y, sin embargo, aquellos valles llanos, rodeados de montes escarpados y cubiertos de bosques, facilitaban la fuga de los jinetes manchegos, acosados por la Infantería, mientras que, á cien pasos sobre cualquiera de los flancos, encontraban abrigo contra la Caballería, que no podía enriscarse por donde los mismos naturales del país tenían que trepar con el caballo de mano, defendiéndose con sus trabucos ó escopetas, manejados con singular destreza. Sólo con decir que el paso de la divisoria por el camino de Yébenes á Ciudad Real se hace por un puerto, llamado de la Matanza por la de una antigua batalla, cuya altitud sobre el nivel general del camino será unos 10 ó 15 metros, se comprenderá lo extraño de aquellos montes, que se cruzan por el pie de la Calderina, tina de las mayores alturas que en ellos se encuentran. Nadie, al ver, aun de bastante cerca, este monte cónico, supondrá lo impenetrable de su maleza, lo intrincado de sus rocas, y es lo cierto, que muchas veces nuestros batallones, tan ágiles y tan diestros en la guerra de montaña, no han podido dar con los guerrilleros escondidos en su aspereza».-Arteche.
Distribuído el sistema en considerable zona, y orientado de E. á W., dejando á sus flancos dos importantes arterias, una, la carretera que salva la divisoria por el puerto de San Vicente, y otra, la importantísima del ferrocarril (y carretera) de Madrid á Andalucía, es evidente que presentan valor militar considerable; si se atiende á los pobres recursos de su suelo y á la escasa densidad de sus pueblos, forzosa consecuencia de las rocas componentes de sus macizos y llanuras, presentará gran importancia logística, en el sentido de perturbar y dificultar á quienes en ellos se apoyen, y si, por último, nos atenemos á sus condiciones físicas, se significarán por su importancia táctica, traducida en desventaja entorpecedora de la acción y técnica del marido, de la acción y mecanismo de las tropas, y de la acción de sus maniobras y combinaciones..
Así acontece, que en estos y otros terrenos de estructura tan singular, el ataque, la defensa, las marchas, la seguridad en éstas y en reposo, el modo de combatir las varias armas, etc., es objeto de especiales normas, que en nada modifican y alteran las reglas eternas del arte militar.
Todo esto y mucho más hace la arquitectura del suelo.
SUMARIA IDEA HISTÓRICA DE ESTOS MONTES
Para avivar en el ánimo del lector el efecto de lo poco nuevo que haya podido aprender en páginas anteriores, quizás le será grato conocer algunas relaciones de estos montes, que tanta funesta celebridad han tenido. Y perdónese la advertencia de que estas líneas han sido construidas con ideas entresacadas de reputados autores, los cuales han tratado con inimitable pericia de las cosas de Toledo. Al César, lo que es del César.....
Enclavados en el país de los carpetanos, pueblo aborigen que ocupaba, entre otras provincias, las actuales de Toledo, Ciudad peal y Cáceres, confinaba su territorio con vacceos y arevacos al N,, con oretanos al mediodía, con celtíberos á oriente y con vettones por la cara opuesta. Toledo aparece como cabeza de la Carpetania, la cual, por las tablas de Tolomeo, se echa de ver que uno de sus límites, comenzando en Daimiel, se continuaba por las montañas de Toledo hasta llegar á Talavera la Vieja; los otros no interesan tanto, por caer fuera de esta parte.
Sin pretender fijar ahora cuáles pudieran ser, dentro de ella, los antiguos pueblos iberos desparramados en su territorio, y su correspondencia con alguno de los actuales, que no aparecen bien determinados, es lo cierto que, en aquellos pretéritos tiempos que corresponden á los albores de nuestra historia nacional, hay que buscar el origen de las primeras manifestaciones guerreras por esta parte del suelo, en el cual, los habitantes de la Carpetama con los ólcades, atacan á Aníbal, después que este famoso caudillo, al guerrear en la región del bajo Guadiana, pasó á la cuenca del Tajo, flanqueando los macizos toledanos, de un lado á Talavera y del otro á Toledo. Sertorio más tarde, y otros romanos como Calpurnio, Quinto y Fulvio Flaco, combatieron con los carpetanos, calificados de héroes en la guerra, según Tito Livio.
El camino que salva el puerto del Milagro, conocido con el nombre de la Plata ó cañada real de Alcudia, es reputado vía romana, como el que igualmente cruza la divisoria por el puerto del Marchés ó real de Extremadura: v se cree obra de romanos también, el de Toledo al famoso Monasterio de Guadalupe, por Espinoso del Rey y puerto de San Vicente, en la sierra de Altamira.
En la época árabe, aunque las noticias escasean, es fácil conjeturar que no debieron desconocerse las condiciones de los montes por aquellos conquistadores, los cuales, al avanzar hacia el corazón de España, un cuerpo llega á Toledo directamente, y los otros dos, convergiendo también á esta capital, les atraviesan por el puerto del Milagro, el uno, y envolviéndoles por la izquierda, el otro, en su marcha á la antiquísima Talavera.
En la reconquista cristiana, los montes constituyen un obstáculo militar importante, interpuesto en la zona del Tajo medio (Toledo-Talavera) y la zona del Guadiana, con sus centros de Toledo en la primera, y Córdoba principalmente, en la segunda. Y así como en la conquista, las entradas para el centro de la cuenca del Tajo, en el avance directo desde el S., están marcadas á un lado y otro de la cadena y casi por su parte media (puerto del Milagro), en la Reconquista, esas mismas vías fueron directrices de marcha, y los montes, escudos protectores para algaras y correrías de cristianos, observándose, en tiempos de Alfonso IV, VII y V111, que en ellos se apoyan para arrojar á los moros sobre el Guadiana, y que éstos, en sus reacciones contra Toledo, les envuelven para caer sobre Talavera y la capital. Otro tanto hacen el noveno Alfonso y Fernando III de Castilla. Conquista y reconquista corroboran, como más tarde otros acontecimientos, que la cadena toledana es una muralla de gran valor militar, interpuesta entre los caminos que conducen al corazón de España, y por las relaciones que establece entre los valles del Tajo y Guadiana por los caminos de San Vicente y puertos occidentales. La sierra fué la guarida, el apoyo y reducto para aquellos hombres primeros que gentilmente bregaban, por entre sus breñales, por la independencia del patrio suelo.
Al avanzar en los siglos medios, suenan ya muchos pueblos enclavados en los montes y en sus aledaños: Peña Aguilera, con torreón árabe y el castillo del Aguila; Cuerva, nombrada en expediciones y batallas; Piedraescrita, por su antigua fortaleza; las Guadalerzas, por su castillo, etc., abundando también otros recuerdos en atalayas, casas fuertes y torres de refugio, asentadas en los cerros y picos de la cordillera.
De los siglos XII y siguientes, hay elocuentísimos documentos que mencionan este intrincado terreno. El Libro de la Montería del Rey D. Alfonso XI, escrito en la primera mitad del siglo xiv, da idea de muchos montes y puertos de la alineación septentrional, buenos todos ellos de oso el de puerco. El del Marchés (Mathes), el camino del Milagro (Miraglo), el monte del Castañar, la garganta del Torcón, el Robledo del Bullaque, Robledo Hermoso, la Sierra de las Navas, el puerto de San Vicente, etc., eran extraordinariamente abundantes en caza mayor.
Para formarse cabal idea de su mayor celebridad, conviene despejar la situación de Castilla en estas remotas fechas. Las continuas guerras con los sarracenos de una parte, y de otra, la seguridad personal de que se carecía, la cual había llegado á un estado de verdadera anarquía por la regencia de D. Alfonso, hijo del rey D. Sancho, disputada entre las nobles familias de los Castros y de los Laras, y el desenfreno introducido en las costumbres, encendieron una enconada lucha, de la cual se aprovecharon no pocos escrupulosos señores y los salteadores que por todas partes pululaban, especialmente en los ásperos y montuosos relíeves toledanos. A estos bandidos se les conocía entonces con el dictado de golfines. Los Montes de Toledo, los de Sierra Morena y las tierras de Talavera de la Reina (gran parte del territorio de lá Jara), poblados todos de bosques y maleza, ofrecían guarída á aquéllos, dedicados como estaban al robo de ganados y cosechas, y á interceptar el tráfico y comunicación de unas á otras comarcas.
Con objeto de defenderse y asegurar sus vidas y haciendas, se hermanaron los colmeneros, labradores y pastores de estos montes, así como los cazadores, organizando la persecución contra la multitud de fieras que en ellos se albergaban, formando hermandad para salir juntos y perseguir y castigar á los golfines, los cuales llegaron á hacerse formidables. Estas asociaciones tomaron el nombre de Hermandad, y á imitación de la de Toledo, se autorizó, más tarde, las de otras. En 1282 se ligó con ésta, para común defensa, la de Ciudad Real, entrando poco después, á formar parte con ellas, la de Talavera, llamándose, desde ahora, Hermandad Vieja á la de Toledo, por ser la primeramente creada. Las tres funcionaban como una sola en sus comienzos; mas, la dificultad de concurrir á las juntas, debido á las distancias grandes que separaban á las tres comarcas, dio lugar á que los coaligados se dividieran en tres cuadrillas, de donde les vino el nombre de quadrilleros.
Los Montes de Toledo, que pertenecían al Cabildo Catedral, ya por compras de sus poderosos prelados, ya por donación de los monarcas, habían sido del Arzobispo D. Rodrigo, según privilegio del rey D. Fernando, dado en Fresno 8 Calendas de Febrero, era de 1260 (año 1222), por el cual, el Santo Monarca la hace merced y donación por sí de los puertos de Alober y de Orgaz con todos sus villares antiguos, con el Castro que confina á Toledo y á Calatrava por el puerto de Orgaz y de Yébenes..... y otras diferentes tierras, como premio á los servicios hechos por el Arzobispo D. Rodrigo, su Santa Iglesia y vasallos para la guerra con los sarracenos.
El Cabildo les cambió, con D. Fernando III, en 20 de Abril de 1243, por la villa de Añover y la ciudad de Baza, y en 4 de Enero de 1246, les vendió el mismo Rey, á la ciudad y Concejo, en 45.000 morbíes alfonsíes. Las causas de esta venta las explica el ilustre historiador Martín Gamero, y escribe: «Toledo se desprende de sus joyas (guerra contra los árabes), vacía sus arcas y trabaja día y noche para que no falten recursos materiales á la hueste cristiana, aunque en cambio tenga que recibir terrenos incultos, selvas y montes inextricables.» El Santo Rey, con objeto de acopiar recursos para atender á la reconquista patria, vendió á Toledo los titulados montes, según escritura conservada en el Archivo municipal. Agrega el historiador que, dichos montes, representaban gran valor; eran abrigo seguro de foragidos, á quienes tenían los toledanos que perseguir, ó con los cuales les era forzoso mantener luchas constantemente para poder utilizar los pastos, labranzas, plantíos de viñas y frutales, colmenas, maderas, leña, carbón y demás aprovechamientos. Esto dio origen á la institución de los cuadrilleros de la Santa Hermandad, y más tarde, á la asociación de San Martín de la Montiña.
Fundada y ordenada la Hermandad de Toledo por los mismos pueblos de los montes, mereció que el Rey D. Fernando la diera carácter público y la otorgara grandes facultades y privilegios.
En 3 de Marzo de la era de 1258 (año de 1220), escribía á los colmeneros de Toledo, por otro nombre Hermandad Vieja: «Os doy y concedo que absolutamente vosotros andeis por los montes y cazeis conejos, según tenías por costumbre en aquellos lugares en que lo ejecutabais en tiempo de mi abuelo el Rey D. Alfonso.»
D. Fernando IV, en 25 de Septiembre de la era de 1341 (año de 1303), ratificaba los privilegios del Rey Santo. «Sepades, escribía, que los Colmeneros; et los Ballesteros me dixeron: que ellos veyendo el muy grand mal, et muy grand daño que los Golfines facíen, e cometíen en la Xara en matar, e en robar, et en otros muchos males en que vosotros los de la tierra tomabades muy grand daño, et yo muy gran deservicio, que ovieron de faces hermandat los de Toledo, et de Talavera, é de Villa-Real para correrlos, et matarlos et echarlos de la Xara, et que por razón del perdonamiento que yo fago, et vosotros los Maestres et los Conceios, que se atreben tanto los Golfines, et estos perdones que han que los non pueden matar, nin echar de la Xara. El otro sí que andando ellos en pos de Golfines que en algunos logares non los quieren dar vianda por sus dineros, nin los quieren ayudar a prenderlos, nin a matarlos, et otro sí que piden a vos los pastores, et baquerizos que les dedes de cada hato una asadura para ayuda de mantener la muy grand costa que facen andando en pos de los Golfines, et quegelo non queredes dar, et por esto que los non pueden matar, nin correr así corno debien. E pidieron me merced que mandase y lo que tuviese por bien. Por que vos mando a cada uno de vos a quien esta mi Carta fuese mostrada, que cada que los Colmeneros vos llamaren que los vayades ayudar, et a correr, et a matar los Golfines, que vayades y, e que los ayudedes. Otrosí vos mando que les dedes vianda por sus dineros, cada que vos la dernandaren. Otrosí mando a vos los Vaquerizos, et a los Pastores, que non quisieren dar a los dichos Colmeneros de cada hato una asadura segund dicho es, et mando que los emplacen que parescan ante mí o quier que yo sea del día que los emplazasen a nueve días so pena de cient mrs.- de la moneda nueva, a decir por que non cumplen mío servicio.....»
D. Alfonso el Sabio la dió nuevos privilegios y organización, según consta en la Ley 12, 1.° 26 de la Partida 2.', y Alfonso XI les confirma desde Burgos.
La persecución mancomunada y continua logró exterminar á los golfines y á otros foragidos, á los cuales ahorcaba la Hermandad en donde les cogían. El teatro de tantas ejecuciones sangrientas se fijó en Peralvillo, pobre aldea situada en las márgenes del Guadiana, á una legua de Ciudad Real.
«Pero llegaron los malos tiempos de la rebelión sediciosa de D. Sancho el Bravo contra su padre D. Alfonso el Sabio, y los ladrones, como sucede en tales casos de revueltas, hacían sus asaltos y negocios mejor en los pueblos que en los despoblados. Se quiso además hacer servir á la Hermandad para fines políticos: los golfines, convertidos en soldados aventureros al mando de los señores sublevados y de las hermandades aristocráticas y concejiles levantiscas de León, comenzaron á vociferar contra los cuadrilleros y á exagerar sus crueldades, ocultando las suyas, y como los lobos habían entrado á guardar la honrada grey de pacíficos vecinos, éstos hallaron que eran ya inútiles sus antiguos guardas, que ya no servían para guardarlos.» España. Sus monumentos y arce.
No obstante el desprestigio de los cuadrilleros y su gente, continuaron prestando sus servicios.
Las instrucciones que perseverantemente y por medio de Reales Cédulas libran los Reyes Católicos á la Hermandad para perseguir y castigar á los malhechores, desde los años de 1476 á 1498, tienden á regularizar este instituto y á vigorizar su primitiva organización, la cual se tradujo en las Ordenanzas que la (lió, y una vez conseguido, estableció en todo el Reino esta institución con el dictado de Hermandad Nueva, la cual, ahora se emplea hábilmente para restituir el orden y afianzar las prerrogativas del trono, como instrumento político para introducir la nueva forma que dieron á la monarquía.
Establecimiento popular sin intervención del gobierno la antigua Hermandad, y amparada la nueva por el gobierno que dirigía sus operaciones y dictó sus Ordenanzas de 1485 es natural que la institución llegara á tener influencia poderosa y constituyera un poder en Castilla, protegido por las tropas que mantenía, prontas siempre á obrar y á contener las ambiciones de los señores y poderosos á la sombra de los reales privilegios que disfrutaban. En las Cortes que tuvieron en 1483 en Pinto, se acentuó su gran poderlo, y si al principio era su fin parecido al de la Guardia civil actual, perseguirá los criminales, y especialmente á los salteadores y bandoleros más tarde, en virtud de las transformaciones que experimenta, aparece como base del ejército real y del ejército permanente, en última evolución.
«Et levantamiento de las Comunidades de Castilla hizo mirar de reojo á las hermandades y disolver las batallas de la gente de la Ordenanza. Cambiado el modo de ser del Estado y la organización social, cambió también el aspecto de la junta de la Hermandad, y comenzó á ser mal mirada, vituperada y calumniada». De sospechar es, pues, que los gloriosos Reyes Católicos la suprimieron en 1498, conseguidos los fines de su institución, nacida con grandes vuelos, real protección y severidad extremada.
Fernando VII ratificó sus privilegios en 1814, y la Reina Regente la suprimió en definitiva en 15 de Enero de 1835.
Hoy, la antigua cárcel de la Hermandad, es posada, que conserva intacta su fachada gótica del siglo XV ó comienzos del XVI, del reinado de los Reyes Católicos. Su bandera se conserva en el Museo de Toledo. En el Archivo Municipal pueden admirarse algunas otras cosas á ella pertenecientes.
Los Montes toledanos no sólo fueron guarida de los famosos golfines.
En las Guadalerzas operó el Conde de Cartaojal, y en Yébenes se hallaba destacado, en observación, un Cuerpo de lanceros. Don Juan Palarea, D. Camilo Gómez, D. Justo Prieto y Ambrosio Carmenal (el Pellejero), guerrilleros de 1808, se valieron de estos montes para realizar muchas de sus heroicidades.
Y apoyándose en ellos para ocultarse y atacar cuando las circunstancias les eran favorables, desde 1834, sirven á las partidas carlistas de Barba, el Valiénte, el Locho, los hermanos Palillos y otros.
Su funesta celebridad moderna, la deben como guarida que proporcionan á desgraciados bandidos, á los cuales únicamente se deben el recuerdo de estos montes, «campo de resistencia al Gobierno á las puertas mismas de la capital de la monarquía».
COPIADO DE UN FACSIMIL DE LA ASOCIACION CULTURAL MONTES DE TOLEDO
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